miércoles, 20 de agosto de 2014

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    Nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Estudió Ingeniería de Caminos, a la vez que trabajaba para ayudar a su familia, e impartía catequesis y atendía a familias indigentes. Más adelante cursaría Filosofía y Derecho canónico y recibió la ordenación sacerdotal el 25 de junio de 1944. En 1946, con san Josemaría, se trasladó a Roma. Secundando al fundador del Opus Dei contribuyó a la difusión de la llamada universal a la santidad a través del trabajo, en todo el mundo. Trabajó en varios organismos de la Santa Sede. Participó en el Concilio Vaticano II. El 15 de septiembre de 1975, tras el fallecimiento del fundador, fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. Juan Pablo II le confirió la ordenación Episcopal, en 1991. Falleció en Roma el 23 de marzo de 1994.

Introducción




·         Don Álvaro del Portillo fue un fiel colaborador de san Josemaría fue, además, su primer sucesor al frente del Opus Dei. Sacerdote ejemplar, sirvió a la Iglesia en todo momento. Colaboró en los trabajos del Concilio Vaticano II. Recibió la ordenación episcopal en 1991 de manos de Juan Pablo II.









VIDA Y OBRAS




·         En abril del año 1989 don Álvaro del portillo impulso una escuela de participación en Kenia técnica para la mujer rural llamada kimlea habían cerca de 12 mil personas que se dedicaban mayormente a la recolección de café  y té.
Don Álvaro del portillo promovió otras iniciativas sociales  para diferentes países africanos como Nigeria y costa de marfil.

En filipinas impulso muchas escuelas y hospitales y lugares para los niños.

BIOGRAFÍA








Nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Estudió Ingeniería de Caminos, a la vez que trabajaba para ayudar a su familia, e impartía catequesis y atendía a familias indigentes. Más adelante cursaría Filosofía y Derecho canónico y recibió la ordenación sacerdotal el 25 de junio de 1944. En 1946, con san Josemaría, se trasladó a Roma. Secundando al fundador del Opus Dei contribuyó a la difusión de la llamada universal a la santidad a través del trabajo, en todo el mundo. Trabajó en varios organismos de la Santa Sede. Participó en el Concilio Vaticano II. El 15 de septiembre de 1975, tras el fallecimiento del fundador, fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. Juan Pablo II le confirió la ordenación Episcopal, en 1991. Falleció en Roma el 23 de marzo de 1994.

EL MILAGRO DE DON ÀLVARO - ENTREVISTA






-¿Qué edad tiene actualmente José Ignacio?

-El día 10 de julio va a cumplir diez años. Nació el 10 de julio de 2003.

-Nació con problemas, ¿no es cierto?

-Bueno, en realidad los problemas se manifestaron bastante antes del nacimiento. Ya en enero de 2003, cuando yo estaba esperando a José Ignacio, se nos señaló que su nacimiento no sería fácil ya que era muy probable que naciera con onfalocele (hernia intestinal). Desde ese momento nos encomendamos a don Álvaro y rezamos su estampita. Cuando me hicieron la ecografía, en marzo, el diagnóstico se confirmó.
A principios del mes de junio me debieron internar en la clínica para que el embarazo pudiera concluirse felizmente. La espera se nos hizo eterna, fueron momentos difíciles pues nuestro hijo mayor se quedaba en la casa y sentía el nerviosismo de sus padres.
Cuando por fin José Ignacio nació, pesaba 1 kilo y 750 gramos: eso para los doctores era un 
éxito, ya que de él se esperaba nada más que 1 kilo y medio.

-¿No se había detectado ningún fallo en el corazón?

-Antes del nacimiento, no. Pero después los doctores, para poder operar lo antes posible el onfalocele, hicieron varios exámenes, y enseguida detectaron que José Ignacio tenía una malformación cardiaca con consecuencias graves para la circulación de la sangre.
Las crisis del corazón fueron constantes desde el primer momento. El día sábado 12 de julio operaron a José Ignacio de onfalocele, pero todo se complicó, porque le bajó la temperatura, tuvo un paro cardiaco y hubo que terminar la operación de urgencia. En los días siguientes hubo nuevas crisis, y sufrió un daño en el cerebro: tenemos una ecografía del 28 de julio que muestra cambios en la masa cerebral, con lesiones en los dos hemisferios debidas a falta de irrigación.
Un día comencé a rezar en silencio, y me pareció que los índices de saturación de oxígeno reflejados en la pantalla de José Ignacio se estabilizaban poco a poco. Recuerdo que se lo dije a mi marido. En cierto momento, la enfermera de turno pasó a ver cómo estaba, y al ver que la saturación parecía mejor disminuyó el respirador para que José Ignacio fuera de a poco respirando por sí solo. Ese fue el momento clave para reafirmarnos en la convicción de que don Álvaro estaba ayudándonos y volví a insistir a más personas a que, por favor, siguieran rezando a don Álvaro por José Ignacio.
En un principio la idea era lograr estabilizar a José Ignacio, darlo de alta y al cabo de un año operarlo, pero en vista de la situación los doctores decidieron hacerle una operación paliativa, para poder después hacer su operación definitiva.
José Ignacio fue operado del corazón el 30 de julio, a 20 días de su nacimiento, y durante las primeras 48 horas de postoperatorio todo fue muy bien. Se veía contentos a los doctores.
Después, la situación cambió de golpe.



-¿Qué sucedió?

-El día 2 de agosto, cerca de las 14:30, nos pidieron que fuéramos de inmediato a la UCI pediátrica de la Universidad Católica, porque José Ignacio estaba muy mal. Nos imaginamos que la gravedad debía ser extrema. Rezamos a lo largo de todo el camino. Al llegar pedí ver a mi hijo y me dijeron que no era posible porque lo estaban reanimando. Salí casi sin poder caminar de los nervios, abracé a mi suegro que se encontraba ahí en ese minuto y comencé a rezar la estampita de don Álvaro sin parar. Terminaba y empezaba nuevamente, no hacíamos otra cosa.
Llamamos a varias personas y pedimos que le avisaran a todo el mundo que se rezara a don Álvaro del Portillo pidiendo por José Ignacio.
Una enfermera me contó luego que ese día ella vio a José Ignacio y le sorprendió lo raro que se veía, aunque sus índices eran normales. Decidieron hacerle un ecocardiograma, y fue entonces cuando se dieron cuenta del derrame en el pericardio y comenzaron de inmediato las maniobras para reducirlo. Luego sobrevino el paro.

-¿Otro paro cardiaco, como los de antes de la operación?

-No: este paro duró más de media hora. Los médicos ya lo daban por muerto, porque no reaccionaba ni al masaje cardiaco ni a nada. Pero cuando estaban empezando a desistir, el corazón de José Ignacio volvió a latir.
Aun así, la hemorragia había sido masiva. Recuerdo que fue el doctor Felipe Heusser, cardiólogo de la Universidad Católica, quien nos comunicó que José Ignacio había recobrado la frecuencia cardiaca, pero había sufrido un derrame en el sector del pericardio y también alrededor del riñón.
Entramos a verle y su color era fantasmal, nos dio mucha pena. Sus uñas se veían moradas: según me habían explicado, era una consecuencia de la falta de oxigenación.
Durante todo ese día los rezos fueron intensos.


-¿Cuándo comenzó la recuperación?

-Al día siguiente a primera hora nos informaron que José Ignacio había pasado bien la noche. Cuando lo fuimos a ver me sorprendió su color saludable como el de un niño recién nacido y que sus uñas ya no tenían aquel color morado.
Recuerdo que el doctor de turno nos comentó que el doctor Heusser había llegado preguntando a qué hora de la noche había muerto José Ignacio. Es un detalle que siempre me ha parecido sorprendente, porque es lo mismo que preguntó el doctor al padre de san Josemaría cuando tuvo una enfermedad grave, de niño.
El doctor Heusser me ha confirmado que jamás pensó que viviría. Constantemente me recalca lo sorprendente de la salvación de José Ignacio. Una vez nos preguntó a quién le habíamos rezado. Los demás doctores también estaban sorprendidos.

-¿Ahora José Ignacio hace vida normal?

-Hace la vida normal de un niño de su edad, aunque ha tenido que ir superando unas dificultades de partida con las que otros niños no se han encontrado. Después de todo lo que le sucedió, pensábamos que no le quedaba más alternativa que morir o, si sobrevivía, permanecer postrado en una cama. Por eso, para nosotros todo lo que José Ignacio hace solo tiene explicación a la luz de Dios y de la intercesión de don Álvaro.
Es un fanático futbolista. En cuanto tiene ocasión, se pone su polera de Alexis Sánchez, o de Messi, o la de su equipo, el Colo-Colo, y juega fútbol con sus amigos. También le gusta el tenis, y un profesor con el que ha jugado en nuestras estadías en el campo dice que es muy coordinado y entusiasta. Bailando es incansable: le gusta mucho la música, y se le puede ver en la casa cantando canciones inventadas por él y bailando todo tipo de ritmos. En el matrimonio de su tía bailó sin cesar hasta que terminó la fiesta.


-¿No ha tenido secuelas de tipo neurológico?

-José Ignacio toma remedio para la concentración y, como algunos de sus compañeros, tiene una psicopedagoga que lo ayuda a avanzar. O sea, se puede decir que las dificultades que ha tenido entran dentro de lo normal. En el colegio, la lectura y la escritura le han costado, pero ahora se las arregla bastante bien.
A juicio de la psicopedagoga, José Ignacio puede dar mucho de sí y es muy astuto. A veces cuando hace una tarea y no le resulta se enoja, pero luego recapacita y vuelve a trabajar. Tiene la perspicacia de captar todo rápidamente, y luego es capaz de utilizarlo como broma para reírse o como argumento para justificar algo. En las comidas nos hace reír mucho, pues siempre tiene el humor a flor de piel.

-¿Cómo describiría el temperamento y la personalidad de su hijo?

-Soy su madre, y reconozco que a veces puedo perder la objetividad. Pero intentaré apegarme lo más posible a la realidad, sin dejarme guiar por los sentimientos o por el orgullo de tener un hijo como él.
José Ignacio es un niño alegre, entusiasta, muy motivado. También destacan en él la perseverancia, la poca tolerancia a la frustración, una gran autoestima y la sociabilidad.
En el colegio tiene muchos amigos con los que se junta para hacer tareas, o para jugar wii o play station o fútbol. Lo invitan mucho a otras casas de compañeros, es un líder dentro del curso. También es amigo de muchos profesores, auxiliares y alumnos más grandes que él. En la fiesta del colegio participó en un concurso de baile, y no tuvo problema en pedirle el micrófono a los más grandes para cantar una canción.
Una anécdota que recordamos, de cuando tenía ocho años, es la de un profesor de religión que lo ve llegar al colegio con una rica colación en la mano. Con mucho entusiasmo le dice a José Ignacio que esa colación está muy rica para tomársela acompañada de un café, y él le responde: “mejor acompañada de una cervecita”. Ese humor rápido es permanente en él.
Pese a que el colegio no le ha salido fácil, ha sabido ser perseverante y jamás ha disminuido su autoestima por ello. Si algo le cuesta, pide ayuda y no se hace problema.
En familia es también un niño alegre, luchador y gozador de la vida. El nacimiento de su hermano pequeño, hace algo más de un año, lo llenó de felicidad: le canta, le conversa, lo toma en brazos, se preocupa si llora y está pendiente de quienes se acercan a él, para protegerlo.

-¿Puedo preguntarle qué ha supuesto para usted y para su marido esta historia?

-Ha supuesto mucho espiritualmente. También ha dejado huella en otros aspectos, pero sobre todo ha sido importante en el aspecto espiritual. Cuando analizamos nuestra vida de matrimonio, nos damos cuenta de que para nosotros la “aventura” de José Ignacio ha sido un proceso de conversión y de acercamiento muy profundo a Dios.
Fue en ese entonces cuando descubrimos nuestra vocación al Opus Dei. Yo mientras hacía reposo en la clínica, antes de que José Ignacio naciera, y mi marido al tiempo después. Esperamos que don Álvaro siga intercediendo por nosotros en el futuro, como hasta ahora.

-¿Cree que el caso de José Ignacio encierra algún mensaje que pueda interesar a todos?

-Es una llamada a la esperanza para todos los que viven en dificultades. José Ignacio es un recuerdo vivo del regalo que Dios nos ha hecho trayéndonos a este mundo, y su perseverancia nos muestra lo que significa luchar día a día y dar lo mejor de nosotros mismos en las circunstancias de la vida en que nos encontremos. En momentos en que las circunstancias son adversas, estar cerca de Dios es lo que da la fuerza para salir adelante.




Carta de Don Álvaro del portillo


Valentía apostólica




Hijas e hijos míos -escribe Álvaro del Portillo-, valentía apostólica: en el lugar de trabajo y en el hogar doméstico; en el silencio de un laboratorio y en el ruido de una fábrica; en el parlamento y en medio de la calle: en cualquier lugar donde nos encontremos, allí debemos ser apóstoles, con determinación: ¡Dios y audacia!

Opus Dei - Valentía apostólica Álvaro del Portillo, en 1986

“Id, predicad el Evangelio… Yo estaré con vosotros…” –Esto ha dicho Jesús… y te lo ha dicho a ti (Camino, n. 904), escribió nuestro Padre [san Josemaría] haciendo eco al mandato del Señor. Fiel a ese divino encargo, la Iglesia no cesa de lleva el Evangelio a todas las gentes, en todas las épocas. Pero hay momentos en que el Espíritu Santo urge de modo especial a dar cumplimiento a esas palabras de Cristo. Como ha escrito el Santo Padre Juan Pablo II en su última Carta encíclica, los cristianos estamos llamados a la valentía apostólica, basada en la confianza en el Espíritu (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 8-XII-1990, n. 30).
Hijas e hijos míos, valentía apostólica: en el lugar de trabajo y en el hogar doméstico; en el silencio de un laboratorio y en el ruido de una fábrica; en el parlamento y en medio de la calle: en cualquier lugar donde nos encontremos, allí debemos ser apóstoles, con determinación: ¡Dios y audacia!
Dios nos ruega y nos exige a cada uno que seamos almas de Eucaristía, para poder santificar el trabajo y todas las actividades que realizamos en medio del mundo. Si lo hacemos, Él nos asegura que atraerá todas las cosas hacia sí. Lo llevará a cabo Él, si nosotros somos fieles. Por eso, no hemos de perder nunca de vista que el influjo de la santidad de cada uno llega mucho más allá del ámbito que nos rodea y de las personas que tratamos: se extiende al mundo entero, a todas las almas. No podemos empequeñecer el horizonte de nuestra entrega, o medir su eficacia sólo por los frutos inmediatos que alcanzamos a divisar. Dios concedió a nuestro Padre [san Josemaría] (…) contemplar el triunfo de Cristo cada vez que le ponemos verdaderamente en la cumbre de nuestro trabajo, y en este empeño hemos de sabernos exigir, sin excusas, a diario. Fijaos bien: la Trinidad Santísima, las almas, esperan nuestra respuesta, que ha de ser cabal, sin mediocridades, sin componendas.” (Carta, 1-III-1991, III, n. 123-125)




Dos Favores atribuidos a D. Álvaro del Portillo

Relatos y favores recibidos
Acudir en caso de necesidad a la intercesión de personas con fama de santidad, es una práctica corriente en la Iglesia. Presentamos una selección de relatos recibidos en la Oficina para la Causa de los Santos de la Prelatura del Opus Dei.
Tres años de migrañas
En noviembre de 1998 empecé a tener ataques de migraña, algo que nunca había padecido antes. El primer año solía ser unas 4 ó 5 veces por mes. Después, empeoró y aumentó a unas diez veces por mes. Me declararon incapaz y me dieron de baja para una parte de mi trabajo.
En septiembre de 2001 los dolores empezaron a ser incluso más frecuentes; en noviembre tenía cada dos días migraña y se empezaron los trámites para declararme totalmente incapaz de trabajar.
De acuerdo con el médico de empresa, se decidió que dejara de trabajar, porque incluso las dos horas en que lo hacía me suponían mucho esfuerzo. Cada vez que sufría esos ataques de migraña tomaba una medicina que me aligeraba el dolor, pero que me hacía sentirme muy mal. Sin saber qué hacer empecé en noviembre una novena a Dios, con la estampa de D. Álvaro. Durante las dos primeras semanas no obtuve mi curación, pero sí la "curación espiritual" de dos amigas, algo que me consolaba y daba fuerzas.
Al día siguiente de terminar la tercera novena, el 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, fue el último ataque de dolor. Agradezco esa curación milagrosa y repentina, después de tres años, a la intercesión de D. Álvaro del Portillo. M.S., Utrecht (Holanda)
El trabajo
Aun teniendo dos títulos, uno de Economista y otro de Licenciada en Administración, no conseguía trabajo a pesar de haber solicitado empleo, entregado currículos y asistido a entrevistas en varias empresas. Le referí mi situación a una tía. Ella me entregó varias estampillas de D. Álvaro del Portillo, y me dijo: repártelas y rézale con fe.
Así lo hice, y cuál fue mi sorpresa que inmediatamente me sonó el celular y era una amiga para decirme que un amigo que yo no conocía necesitaba con urgencia un administrador de suma confianza. Nos comunicamos, tuve una entrevista, y a la semana estaba trabajando. En este momento estoy supercontenta en mi trabajo y realmente quiero dar constancia del favor recibido. L.G.P. Maracaibo (Venezuela)


                


BEATIFICACIÒN DE DON ÀLVARO




El programa de la beatificación incluye actos centrales en Madrid y en Roma. La ceremonia de beatificación será presidida por el Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el Cardenal Angelo Amato. Y es que la milagrosa curación de José Ignacio Ureta el año 2003, hoy alumno de tercero básico del Colegio Tabancura, permitirá la beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo, primer sucesor de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Después del milagro aprobado por el Papa Francisco, y publicado con el Decreto de la Congregación de las Causas de los Santos del 5 de julio de 2013, la Santa Sede ha comunicado con fecha de ayer que el Santo Padre –acogiendo la petición dirigida por el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría– ha establecido que Monseñor Álvaro del Portillo sea beatificado en Madrid, su ciudad natal, el sábado 27 de septiembre de 2014.

Un encuentro internacional en Madrid

La ceremonia de beatificación será presidida por el Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, y tendrá lugar en Madrid. Se prevé la participación de personas provenientes de todo el mundo. Al día siguiente, Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, celebrará una Misa de acción de gracias.
“En este momento de profunda alegría –ha afirmado Mons. Javier Echevarría– deseo agradecer al Papa Francisco la beatificación de este obispo que tanto amó y sirvió a la Iglesia. Desde ahora encomendamos al futuro beato las intenciones del Santo Padre: la renovación apostólica y el servicio a Dios de todos los cristianos, la promoción y ayuda de los más necesitados, el próximo Sínodo sobre la familia, la santidad de los sacerdotes”.

Don Álvaro y Madrid

La biografía de Mons. del Portillo –a quien mucha gente llama con confianza “don Álvaro”– está estrechamente unida a las ciudades de Roma (donde residió la mayor parte de su vida) y de Madrid, donde nació  el 11 de marzo de 1914, y donde transcurrió la infancia y juventud junto a sus padres y a sus 7 hermanos. En la capital de España, en el año 1935, conoció a san Josemaría Escrivá de Balaguer y pocos meses después decidió a formar parte del Opus Dei.
En su época de estudiante de ingeniería, con 19 años, el joven Álvaro del Portillo, además de seguir los cursos de la carrera universitaria, trabajó en las actividades de las conferencias de san Vicente de Paúl, para impartir catequesis y socorrer a niños desamparados en Vallecas y en otros barrios entonces muy pobres del Madrid de la pre-guerra, y distribuir donativos y alimentos entre las familias indigentes. Impulsado luego por san Josemaría, siguió llevando a cabo este tipo de tareas con otros jóvenes que participaban en la incipiente labor del Opus Dei, que se desarrollaba alrededor de la Academia DYA.
El 25 de junio de 1944, terminados brillantemente sus estudios civiles y eclesiásticos, recibió la ordenación sacerdotal en Madrid de manos del obispo de la diócesis, Mons. Eijo y Garay. Y allí ejerció el ministerio sacerdotal hasta que, en 1946, se trasladó a Roma.







El escenario de la beatificación

Como es sabido, el decreto pontificio de Benedicto XVI sobre los ritos de beatificación y canonización –difundido por la Congregación para las Causas de los Santos el 29-IX-2005– precisa que las beatificaciones sean celebradas por un representante del Santo Padre, por lo general el prefecto de la mencionada Congregación, en la localidad que se considere idónea. El mismo decreto establece, en cambio, que únicamente las canonizaciones serán presididas por el Pontífice.
Por este motivo, al conocerse la noticia de la futura beatificación, se estudiaron diversas opciones dando preferencia a lugares céntricos de Roma distintos de la Plaza de San Pedro, que se reserva al Santo Padre. Sin embargo, a medida que aumentaba la previsión del número de participantes, se comprobó que ese proyecto no parecía factible en el centro de la ciudad. La Congregación para las Causas de los Santos estimó muy conveniente una segunda hipótesis que surgió entonces: organizar la ceremonia en Madrid, ciudad natal del futuro beato, de quien se cumple en 2014 el centenario de su nacimiento. Esta opción facilita también la participación de numerosas personas del país de origen de don Álvaro que desean asistir a la ceremonia y que –en el contexto de la crisis económica actual– hubieran tenido dificultades para afrontar el viaje.
Actualmente se comienza a trabajar un plan de atención a los participantes de todos los países, que incluirá visitas a la catedral de la Almudena (Madrid) y a los lugares relacionados con la historia del futuro beato y con el nacimiento del Opus Dei, fundado por san Josemaría Escrivá –en Madrid– el 2 de octubre de 1928.

En Roma, junto al Papa Francisco
Recibiendo la bendición de Pablo VI.

El Comité organizador está preparando también diversos actos en Roma para los asistentes que deseen luego peregrinar a la ciudad de San Pedro (“videre Petrum”, para “ver a Pedro”).
Se está estudiando con las autoridades competentes que, durante los días sucesivos a la beatificación, el cuerpo de don Álvaro –que reposa en la cripta de la Iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, en Roma– sea trasladado provisionalmente a la basílica de San Eugenio, para facilitar la afluencia de las numerosas personas que querrán rezar ante el nuevo beato.
Después de la beatificación, se celebrará una Misa de acción de gracias en una de las basílicas romanas. Además, los fieles podrán participar en la Audiencia del miércoles con el Papa Francisco, para manifestar de este modo su agradecimiento y su unión al Romano Pontífice.
Todos a una, por la senda de don Álvaro  
          
Tanto en Roma como en Madrid se desarrollarán actividades, promovidas por Harambee Africa International, para financiar cuatro proyectos médicos y educativos nacidos en el África subsahariana por impulso de Mons. Álvaro del Portillo, durante los años en que fue prelado del Opus Dei.

Don Álvaro bendice a una mujer y su hijo.

“Harambee” significa “todos a una” en lengua swahili. Los asistentes a la beatificación serán invitados, concretamente, a unirse con sus donativos a la puesta en marcha de un centro materno-infantil dependiente del Niger  Hospital (en Enugu, Nigeria), a la ampliación y mejora de las instalaciones de tres antenas médicas y de una escuela de enfermería dependiente del Centro Hospitalario Monkole (en Kinshasa, Congo); al desarrollo de un programa contra la desnutrición infantil del Centro Rural Ilomba (en Bingerville, Costa de Marfil). Un cuarto proyecto consiste en la obtención de becas de estudio para seminaristas africanos que se forman en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, institución fundada en Roma por Mons. Álvaro del Portillo, siguiendo el deseo de san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Rosalinda Corbi, coordinadora de la actividad de Harambee explica que “nos parecía necesario compartir el regalo de esta beatificación con las personas que más lo necesitan, y deseábamos llevarlo a cabo de un modo que hubiera complacido tantísimo a don Álvaro, que ya desde joven dedicó mucho tiempo a los enfermos y necesitados”.