-¿Qué edad tiene actualmente José
Ignacio?
-El día 10 de julio va a cumplir
diez años. Nació el 10 de julio de 2003.
-Nació con problemas, ¿no es cierto?
-Bueno, en realidad los problemas se
manifestaron bastante antes del nacimiento. Ya en enero de 2003, cuando yo estaba
esperando a José Ignacio, se nos señaló que su nacimiento no sería fácil ya que
era muy probable que naciera con onfalocele (hernia intestinal). Desde ese
momento nos encomendamos a don Álvaro y rezamos su estampita. Cuando me
hicieron la ecografía, en marzo, el diagnóstico se confirmó.
A principios del mes de junio me
debieron internar en la clínica para que el embarazo pudiera concluirse
felizmente. La espera se nos hizo eterna, fueron momentos difíciles pues
nuestro hijo mayor se quedaba en la casa y sentía el nerviosismo de sus padres.
Cuando por fin José Ignacio nació,
pesaba 1 kilo y 750 gramos: eso para los doctores era un
éxito, ya que de él se
esperaba nada más que 1 kilo y medio.
-¿No se había detectado ningún fallo
en el corazón?
-Antes del nacimiento, no. Pero
después los doctores, para poder operar lo antes posible el onfalocele,
hicieron varios exámenes, y enseguida detectaron que José Ignacio tenía una
malformación cardiaca con consecuencias graves para la circulación de la
sangre.
Las crisis del corazón fueron
constantes desde el primer momento. El día sábado 12 de julio operaron a José
Ignacio de onfalocele, pero todo se complicó, porque le bajó la temperatura,
tuvo un paro cardiaco y hubo que terminar la operación de urgencia. En los días
siguientes hubo nuevas crisis, y sufrió un daño en el cerebro: tenemos una
ecografía del 28 de julio que muestra cambios en la masa cerebral, con lesiones
en los dos hemisferios debidas a falta de irrigación.
Un día comencé a rezar en silencio,
y me pareció que los índices de saturación de oxígeno reflejados en la pantalla
de José Ignacio se estabilizaban poco a poco. Recuerdo que se lo dije a mi
marido. En cierto momento, la enfermera de turno pasó a ver cómo estaba, y al
ver que la saturación parecía mejor disminuyó el respirador para que José
Ignacio fuera de a poco respirando por sí solo. Ese fue el momento clave para
reafirmarnos en la convicción de que don Álvaro estaba ayudándonos y volví a
insistir a más personas a que, por favor, siguieran rezando a don Álvaro por
José Ignacio.
En un principio la idea era lograr
estabilizar a José Ignacio, darlo de alta y al cabo de un año operarlo, pero en
vista de la situación los doctores decidieron hacerle una operación paliativa,
para poder después hacer su operación definitiva.
José Ignacio fue operado del corazón
el 30 de julio, a 20 días de su nacimiento, y durante las primeras 48 horas de
postoperatorio todo fue muy bien. Se veía contentos a los doctores.
Después, la situación cambió de
golpe.
-¿Qué sucedió?
-El día 2 de agosto, cerca de las
14:30, nos pidieron que fuéramos de inmediato a la UCI pediátrica de la
Universidad Católica, porque José Ignacio estaba muy mal. Nos imaginamos que la
gravedad debía ser extrema. Rezamos a lo largo de todo el camino. Al llegar
pedí ver a mi hijo y me dijeron que no era posible porque lo estaban
reanimando. Salí casi sin poder caminar de los nervios, abracé a mi suegro que
se encontraba ahí en ese minuto y comencé a rezar la estampita de don Álvaro
sin parar. Terminaba y empezaba nuevamente, no hacíamos otra cosa.
Llamamos a varias personas y pedimos
que le avisaran a todo el mundo que se rezara a don Álvaro del Portillo
pidiendo por José Ignacio.
Una enfermera me contó luego que ese
día ella vio a José Ignacio y le sorprendió lo raro que se veía, aunque sus
índices eran normales. Decidieron hacerle un ecocardiograma, y fue entonces
cuando se dieron cuenta del derrame en el pericardio y comenzaron de inmediato
las maniobras para reducirlo. Luego sobrevino el paro.
-¿Otro paro cardiaco, como los de
antes de la operación?
-No: este paro duró más de media
hora. Los médicos ya lo daban por muerto, porque no reaccionaba ni al masaje
cardiaco ni a nada. Pero cuando estaban empezando a desistir, el corazón de
José Ignacio volvió a latir.
Aun así, la hemorragia había sido
masiva. Recuerdo que fue el doctor Felipe Heusser, cardiólogo de la Universidad
Católica, quien nos comunicó que José Ignacio había recobrado la frecuencia
cardiaca, pero había sufrido un derrame en el sector del pericardio y también
alrededor del riñón.
Entramos a verle y su color era
fantasmal, nos dio mucha pena. Sus uñas se veían moradas: según me habían
explicado, era una consecuencia de la falta de oxigenación.
Durante todo ese día los rezos
fueron intensos.
-¿Cuándo comenzó la recuperación?
-Al día siguiente a primera hora nos
informaron que José Ignacio había pasado bien la noche. Cuando lo fuimos a ver
me sorprendió su color saludable como el de un niño recién nacido y que sus
uñas ya no tenían aquel color morado.
Recuerdo que el doctor de turno nos
comentó que el doctor Heusser había llegado preguntando a qué hora de la noche
había muerto José Ignacio. Es un detalle que siempre me ha parecido
sorprendente, porque es lo mismo que preguntó el doctor al padre de san
Josemaría cuando tuvo una enfermedad grave, de niño.
El doctor Heusser me ha confirmado
que jamás pensó que viviría. Constantemente me recalca lo sorprendente de la
salvación de José Ignacio. Una vez nos preguntó a quién le habíamos rezado. Los
demás doctores también estaban sorprendidos.
-¿Ahora José Ignacio hace vida
normal?
-Hace la vida normal de un niño de
su edad, aunque ha tenido que ir superando unas dificultades de partida con las
que otros niños no se han encontrado. Después de todo lo que le sucedió,
pensábamos que no le quedaba más alternativa que morir o, si sobrevivía,
permanecer postrado en una cama. Por eso, para nosotros todo lo que José
Ignacio hace solo tiene explicación a la luz de Dios y de la intercesión de don
Álvaro.
Es un fanático futbolista. En cuanto
tiene ocasión, se pone su polera de Alexis Sánchez, o de Messi, o la de su
equipo, el Colo-Colo, y juega fútbol con sus amigos. También le gusta el tenis,
y un profesor con el que ha jugado en nuestras estadías en el campo dice que es
muy coordinado y entusiasta. Bailando es incansable: le gusta mucho la música,
y se le puede ver en la casa cantando canciones inventadas por él y bailando
todo tipo de ritmos. En el matrimonio de su tía bailó sin cesar hasta que
terminó la fiesta.
-¿No ha tenido secuelas de tipo
neurológico?
-José Ignacio toma remedio para la
concentración y, como algunos de sus compañeros, tiene una psicopedagoga que lo
ayuda a avanzar. O sea, se puede decir que las dificultades que ha tenido
entran dentro de lo normal. En el colegio, la lectura y la escritura le han
costado, pero ahora se las arregla bastante bien.
A juicio de la psicopedagoga, José
Ignacio puede dar mucho de sí y es muy astuto. A veces cuando hace una tarea y
no le resulta se enoja, pero luego recapacita y vuelve a trabajar. Tiene la
perspicacia de captar todo rápidamente, y luego es capaz de utilizarlo como
broma para reírse o como argumento para justificar algo. En las comidas nos
hace reír mucho, pues siempre tiene el humor a flor de piel.
-¿Cómo describiría el temperamento y
la personalidad de su hijo?
-Soy su madre, y reconozco que a
veces puedo perder la objetividad. Pero intentaré apegarme lo más posible a la
realidad, sin dejarme guiar por los sentimientos o por el orgullo de tener un
hijo como él.
José Ignacio es un niño alegre,
entusiasta, muy motivado. También destacan en él la perseverancia, la poca
tolerancia a la frustración, una gran autoestima y la sociabilidad.
En el colegio tiene muchos amigos
con los que se junta para hacer tareas, o para jugar wii o play station o
fútbol. Lo invitan mucho a otras casas de compañeros, es un líder dentro del
curso. También es amigo de muchos profesores, auxiliares y alumnos más grandes
que él. En la fiesta del colegio participó en un concurso de baile, y no tuvo
problema en pedirle el micrófono a los más grandes para cantar una canción.
Una anécdota que recordamos, de
cuando tenía ocho años, es la de un profesor de religión que lo ve llegar al
colegio con una rica colación en la mano. Con mucho entusiasmo le dice a José
Ignacio que esa colación está muy rica para tomársela acompañada de un café, y
él le responde: “mejor acompañada de una cervecita”. Ese humor rápido es
permanente en él.
Pese a que el colegio no le ha
salido fácil, ha sabido ser perseverante y jamás ha disminuido su autoestima
por ello. Si algo le cuesta, pide ayuda y no se hace problema.
En familia es también un niño
alegre, luchador y gozador de la vida. El nacimiento de su hermano pequeño,
hace algo más de un año, lo llenó de felicidad: le canta, le conversa, lo toma
en brazos, se preocupa si llora y está pendiente de quienes se acercan a él,
para protegerlo.
-¿Puedo preguntarle qué ha supuesto
para usted y para su marido esta historia?
-Ha supuesto mucho espiritualmente.
También ha dejado huella en otros aspectos, pero sobre todo ha sido importante
en el aspecto espiritual. Cuando analizamos nuestra vida de matrimonio, nos
damos cuenta de que para nosotros la “aventura” de José Ignacio ha sido un
proceso de conversión y de acercamiento muy profundo a Dios.
Fue en ese entonces cuando
descubrimos nuestra vocación al Opus Dei. Yo mientras hacía reposo en la
clínica, antes de que José Ignacio naciera, y mi marido al tiempo después.
Esperamos que don Álvaro siga intercediendo por nosotros en el futuro, como
hasta ahora.
-¿Cree que el caso de José Ignacio
encierra algún mensaje que pueda interesar a todos?
-Es una llamada a la
esperanza para todos los que viven en dificultades. José Ignacio es un recuerdo
vivo del regalo que Dios nos ha hecho trayéndonos a este mundo, y su
perseverancia nos muestra lo que significa luchar día a día y dar lo mejor de
nosotros mismos en las circunstancias de la vida en que nos encontremos. En
momentos en que las circunstancias son adversas, estar cerca de Dios es lo que
da la fuerza para salir adelante.